Es la yegua alazán de Charo Lozano. Es negra y brillante, de crines largas y rizadas, pero lo que más le gusta a su dueña son sus simpáticas orejas. Ventisca se convirtió en su montura predilecta del picadero cuando cumplió los doce años y vista la mano que tenía para los equinos, el dueño original, un señor mayor sin familia, decidió regalárselo. Desde entonces, Charo suele montar con don Esteban una vez a la semana (y con su caballo, Esquivo) y de vez en cuando va a verle a su casa a tomar pastas, acompañada por alguno de sus padres.